La censurable intromisión del Centro de Solidaridad de la AFL-CIO.
Por Alberto Ruiz
Justo antes de las elecciones del 14 de abril en Venezuela, Russia Today (RT) informó sobre un cable de Wikileaks del año 2006 en el cual, en las palabras de este medio “el embajador en Venezuela William Brownfield diseña un plan integral para infiltrar y desestabilizar al gobierno del ex presidente Chávez”, incluyendo los programas de la USAID y su Oficina de Iniciativas de Transición (OTI, por sus siglas en inglés). El 1ro de Mayo, el presidente boliviano Evo Morales informó a la Embajada estadounidense en Bolivia su deseo de que la USAID abandonase Bolivia porque sospechaba (de manera muy razonable) que esta agencia también trataba de subvertir su gobierno.
El cable de Wikileadks del año 2006 ofrece una lectura fascinante. (1) En ese documento, el Embajador Brownfield explica que, entre sus muchos objetivos, está la desestabilización, “el programa promueve la confusión en las filas bolivarianas…”. Y describe un componente clave de este programa como sigue:
“La OIT apoya a las organizaciones no gubernamentales locales que trabajan en bastiones chavistas y con líderes chavistas, utilizando esos espacios para contrarrestar está retórica (chavista) y promover alianzas mediante el trabajo conjunto en temas de importancia para toda la comunidad. La OTI ha alcanzado directamente a unos 280.000 adultos mediante más de 3.000 talleres y sesiones de entrenamiento aportando valores alternativos y oportunidades para que los activistas de la oposición interactuarán con chavistas de línea dura, con el objetivo de apartarlos lentamente del chavismo. Hemos apoyado esta iniciativa con 50 financiamientos para un total de 1.1 millones de dólares”.
Brownfield concluye el cable al afirmar “Mediante la realización de actividades positivas, trabajando de manera no partidista a través de todo el espectro ideológico, la OTI ha sido capaz de lograr niveles de éxito al ejecutar la estrategia de equipo del país en Venezuela. Estos éxitos han llegado con una creciente oposición de diferentes sectores de la sociedad venezolana y del gobierno venezolano”.
Uno de los principales receptores del dinero de la USAID en la Región Andina, la cual incluye Venezuela, es el ala internacional de la AFL-CIO, el Centro de Solidaridad. El Centro de Solidaridad se vio muy avergonzado cuando en el 2002, el sindicato con el cual trabajaba y financiaba en Venezuela, la anti-chavista CTV, participó activamente en el golpe de Estado en contra del presidente Hugo Chávez. Sin embargo, su vergüenza no fue suficiente como para ceder en su empeño de apoyar a la CTV e inclusive apoyar la huelga dirigida por gerentes contra la compañía petrolera venezolana (PDVSA), que causó inmensos daños a la economía venezolana.
Y, el Centro de Solidaridad todavía trabaja en Venezuela, gracias a un apoyo financiero de 3 millones de dólares de la USAID, para sus labores tanto en ese país como en Colombia. Aunque aparentemente inofensivo al leerlo aisladamente, la descripción del Centro de Solidaridad de su trabajo en Venezuela, al leerse a la luz del cable de Wikileaks, revela su rol imperial.
A continuación, presentamos la descripción actual que el sitio Web del Centro de Solidaridad ofrece sobre su trabajo:
Durante los últimos 13 años, el Centro de Solidaridad ha trabajado con un amplio rango de centros sindicales nacionales y organizaciones de trabajadores no afiliadas en Venezuela…. Dada la fragmentación política y división entre los sindicatos en Venezuela, las actividades del Centro de Solidaridad se han enfocado en ayudar a los sindicatos de todas las tendencias políticas a superar sus divisiones para promover y defender conjuntamente políticas tendientes a incrementar la protección de derechos fundamentales en los sitios de trabajo y niveles industriales. El Centro de Solidaridad actualmente apoya esfuerzos para unificar sindicatos de diversas orientaciones políticas (incluyendo chavistas y no chavistas, izquierda y centro) para promover derechos laborales fundamentales ante acciones en contra de los trabajadores que amenazan tanto a los sindicatos pro gubernamentales y a los sindicatos tradicionalmente independientes. Este énfasis en derechos sindicales claves, como la libertad de asociación y la negociación colectiva, ayuda a que los sindicatos trasciendan las fisuras políticas para abordar necesidades básicas del pueblo trabajador en Venezuela. (2)
¿Le suena familiar? El programa del Centro de Solidaridad en Venezuela es exactamente el mismo del Departamento de Estado y de la USAID; es decir, acercar a los chavistas con los antichavistas en alianzas con una causa común, un proceso que Estados Unidos espera diluirá al chavismo, o, en palabras del ex-embajador Brownfield, lograr “el efecto deseado de apartar a los chavistas lentamente del chavismo”.
Que el Centro de Solidaridad siga exactamente el programa del Departamento de Estado y la USAID no debe sorprender ya que este recibe casi todo su financiamiento de la USAID y otros recursos directamente vinculados al Departamento de Estado y a intereses de política exterior (por ejemplo, el National Endowmwent fod Democracy –NED-)
En respuesta a esta afirmación, la gente del Centro de Solidaridad, sin duda, hará el mismo gesto despectivo colectivo de siempre, seguido por una apasionada negación de la afirmación de que ellos continúan sirviendo como una herramienta de la política exterior de Estados Unidos en países como Venezuela. Que casualmente reciban fondos de la USAID y que su programa coincida perfectamente con el programa de esta agencia para desestabilizar al gobierno y al movimiento chavista en Venezuela son meras coincidencias, exclamarán.
Su defensa será que ellos no tienen la intensión de subversión y cambio de régimen de quienes los apoyan financieramente, y que no son la misma organización que una vez eran la cual intencionalmente ayudó a la CIA a derrocar gobiernos progresistas en el exterior, tal como el del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala, en 1954, y el del presidente Salvador Allende en Chile, en 1973.
El mejor análisis que he encontrado para refutar tales negaciones del Centro de Solidaridad, si es que se requiere tanta refutación, es el presentado en la tesis de doctorado de George Bass la cual está circulando en toda la izquierda estadounidense. La tesis de Bass, y está bien sustentada, es que, a pesar de las intensiones del Centro de Solidaridad, el mismo continúa sirviendo objetivamente a los intereses políticos externos de Estados Unidos que continúan financiando sus actividades en el exterior. En pocas palabras, Bass explica:
La evidencia indica continuidad con las prácticas políticas exteriores pasadas de la AFL-CIO cuando el Centro de Solidaridad seguía el liderazgo del Estado.
Se determinó que los patrones del financiamiento de la NED indican que el Centro de Solidaridad tejió sus operaciones estrechamente en el exterior en áreas de importancia para el Estado estadounidense, que es altamente dependiente del financiamiento estatal vía NED para desarrollar sus operaciones y que trabaja estrechamente con aliados y coaliciones de Estados Unidos en esas regiones.
Para el caso de Venezuela, el cual analiza en detalle, Bass explica que la incursión del Centro de Solidaridad en ese país correspondió con la elección de Hugo Chávez a la presidencia y al esfuerzo posterior del Departamento de Estado estadounidense y de la NED para desestabilizar a Chávez.
Por su puesto, según la propia página web del Centro de Solidaridad, ha venido trabajando en Venezuela durante los últimos 13 años –o, justo después de que Chávez entrara a la presidencia por primera vez en 1999-. Y ha estado trabajando en ese país con financiamiento de la NED –el cual, como explica Bass, infló tanto al Centro de Solidaridad como a otros grupos incluyendo al Instituto Republicano Internacional (International Republic Institute), después de que Chávez resultara electo por primera vez- y con fondos de la USAID. Asimismo, el Centro de Solidaridad ha establecido alianzas con sindicatos, especialmente la CTV, la cual es abiertamente antichavista y participó en el golpe que sacó a Chávez del poder brevemente.
Tal como astutamente opina Bass, lo importante no es si el Centro de Solidaridad (también conocido como “ACILS”) realmente ha tenido la intención o no de derrocar al gobierno chavista en Venezuela, sino que ha continuado y continúa desarrollando actividades que sirven objetivamente a las metas de desestabilización de los intereses políticos extranjeros de Estados Unidos que financian dichas actividades. Como concluye Bass, “es claro que las actividades del ACILS en Venezuela fueron ampliamente producto del apoyo del Estado estadounidense, no solo por el cambio repentino y drástico en el flujo del financiamiento, sino también por la opción de asociación con la CTV en la exclusión de otras organizaciones obreras incluso después de que el liderazgo de la CTV se alineara claramente con Fedecamaras [asociación de empresas] y se comprometiera en paros y cierres destinados a la desestabilización del régimen de Chávez”. Lo mismo se puede decir del actual programa del Centro de Solidaridad, el cual se alinea tan perfectamente con el del Departamento de Estado y la USAID.
Todo esto es verdaderamente alarmante y censurable.
El pueblo venezolano, con la ayuda significativa de la fuerza obrera organizada en Venezuela, acaba de elegir a un ex sindicalista conductor de autobuses para la presidencia. El movimiento obrero estadounidense debería apoyar a este nuevo Presidente y, ciertamente, regocijarse de su elección. En lugar de ello, el ala de la política exterior del sindicalismo estadounidense está comprometida a lo que objetivamente sería debilitar a ese Presidente y al movimiento que lo llevó al poder. Esta conducta debe terminar.
La única redención para la AFL-CIO, y su Centro de Solidaridad, es el cese de todas las actividades en Venezuela inmediatamente y el rechazo a todo el financiamiento de sus programas por parte de las empresas de política exterior estadounidense. Asimismo, el Centro de Solidaridad debería rendir cuentas públicamente de todos los crímenes perpetrados en contra de los movimientos de liberación y gobiernos del tercer mundo, así como los de su predecesor AIFLD; emitir disculpas por dichos crímenes y hacer enmiendas, a través de compensaciones monetarias, a literalmente miles de personas que ha perjudicado, e incluso matado, en el sur global, a través de su complicidad con el imperialismo estadounidense. Es la única manera en que la AFL-CIO pueda esperar salvar su propia alma.
Alberto C. Ruiz es un activista sindical y antiimperialista de larga data.
Notas:
(1) http://www.cablegatesearch.net/cable.php?id=06CARACAS3356&version=1314919461
(2) http://www.solidaritycenter.org/content.asp?pl=422&sl=407&contentid=1487
(3) Bass, George Nelson III. 2012. “Organized Labor and US Foreign Policy: The Solidarity Center in Historical Context.” Department of Political Science, Florida International University. Online (y gratis) en http://digitalcommons.fiu.edu/etd/752