La clase obrera no debe contentarse con migajas ni recrearse en la contemplación de logros coyunturales sino concentrar sus esfuerzos y pujanza en la conquista del poder. Si lo tiene, entonces tiene que defenderlo a brazo partido.
Carlos Marx escribió en su famosa obra “Miseria de la Filosofía” (1847), que la clase obrera debe transformase de “clase en sí”, en “clase para sí”, mediante un proceso de toma de conciencia del papel histórico que debe jugar, bajo la dirección de un pelotón ideológico de vanguardia, que le permita arrastrar tras sus objetivos fundamentales al resto de la sociedad víctima del capitalismo.
La Central Obrera Boliviana (COB), que pareciera desconocer el puesto a ocupar en las actuales batallas políticas que se libran en la región, tomó el camino de una controvertida rebelión contra al Gobierno de La Paz al recurrir a la violencia, utilizar dinamita y promover el desorden civil, en medio de la convocatoria a una peligrosa huelga general dirigida como un dardo al corazón de una cruzada popular reivindicadora de los auténticos derechos del pueblo boliviano.
La humarada levantisca contra el Gobierno del presidente Evo Morales, exigiendo beneficios sectoriales de carácter cortoplacistas y dudosa inspiración, sin tener en cuenta los objetivos básicos que necesita imperiosamente el Estado Plurinacional del Altiplano, podría ocultar intereses políticos, más que objetivos meramente sindicales.
Luego de violentos enfrentamientos y largas negociaciones la COB anunció la suspensión de la huelga general a partir de este 22 de mayo y por 30 días hasta tanto se haga efectivo el acuerdo alcanzado preliminarmente con el Gobierno sobre el sistema de pensiones; al aceptar la oferta presentada por el Ejecutivo y el levantamiento de todas las medidas de presión iniciadas el pasado 6 de mayo.
Durante los debates, el Gobierno se mantuvo firme en que la jubilación deberá ser de un 70 por ciento del salario para aquellos que tienen mayores ingresos y de hasta el 100 por ciento para los que ganan menos, en oposición a la exigencia de la Central Obrera de que todos los pensionados reciban el 100 por ciento una vez que pasen a retiro. Aceptar tal requerimiento sería empeñar el futuro económico del país y frenar el desarrollo socioeconómico a mediano y largo plazos.
En el histórico combate por avanzar en la construcción de una nueva sociedad es paradójico que la COB, que debía ser un puntal de primer orden del Gobierno, con medidas desmedidas y fuera de contexto, quiérase o no, le haga el juego a los sectores más recalcitrantes de la oposición boliviana.
También resulta curioso que el desaguisado sindical se produzca luego que Morales decidiera expulsar a la Agencia Estadounidense para el Desarrollo (USAID), que operaba en el país desde 1964 con enormes recursos y fines políticos y no sociales. Durante su discurso con motivo del primero de mayo, el presidente dijo: “Nunca más USAID, que va manipulando, que va utilizando a nuestros hermanos dirigentes, que va usando a algunos compañeros de base con limosnas”. En 2008, fueron expulsados el embajador estadounidense y la agencia antidrogas (DEA) por conspiración e injerencia en sus asuntos internos. A su vez, el mandatario recordó que Bolivia dejó de ser patio trasero de Estados Unidos debido a la liberación económica, la nacionalización de los hidrocarburos y la lucha de los movimientos sociales.
Cabe preguntarse, ¿un Caballo de Troya en el país mediterráneo?