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- Publicado el Miércoles, 22 Agosto 2012 13:46
- Escrito por Arco Iris
Primero
fueron Lucho Garzón y Gustavo Petro quienes si bien no fueron echados
del Polo Democrático Alternativo, por lo menos salieron por la puerta de
atrás. Después vino la expulsión de un grupo de congresistas acusados
de ser Progresistas, y ahora le tocó al Partido Comunista.
El comité ejecutivo del Polo Democrático se parece a aquella merienda de
locos que describe Lewis Carroll en Alicia en el País de las
Maravillas, donde el Sombrerero y la Liebre de marzo le gritan a todos
los demás: ¡no hay lugar, no hay lugar! El excesivo purismo de un grupo
de dirigentes ha convertido al Polo en un grupo marginal en la política
nacional y, por esta vía enterraron, quién sabe hasta cuándo, la
posibilidad de un proyecto unitario. Y deja en vilo las aspiraciones
presidenciales de Clara López, quien, en otro contexto, podría haber
jugado como puente entre diversas tendencias de centro-izquierda.
Pero
no todo es catástrofe. Que el Partido Comunista se integre
definitivamente a la Marcha Patriótica tiene mucho de positivo. Por un
lado, permite que se construya un bloque claro de izquierda que
representa a un país marginal, profundamente afectado por la guerra. Si
hay proceso de paz en este gobierno, y todo parece indicar que lo habrá,
la Marcha puede convertirse en un espacio muy protagónico y en una
especie de laboratorio de lo que sería una izquierda con las guerrillas
desarmadas.
Si
las Farc influyen en la Marcha, como es obvio, eso es una señal más
positiva que negativa, porque eso querría decir que las guerrillas están
buscando nuevamente el lenguaje de la política y que tienen alguna fe
en que esta vez no los matarán como ocurrió con la UP. Querría eso
decir, además, que los tiempos del PCC3 quedan atrás. Eso es algo que la
cúpula militar y el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón no han
entendido. O por el contrario, lo han entendido muy bien y buscan
sabotear la escasa confianza que las bases sociales de las Farc tienen
en la posibilidad de salir a la plaza pública.
Total,
es posible que al Partido Comunista le vaya mejor en la Marcha que en
un Polo agónico. Y para la Marcha es muy positivo que los comunistas
ejerzan como un Partido a su interior, dado que ha demostrado a lo largo
de las últimas décadas una crítica sin duda a la combinación de las
formas de lucha, y es claro que si hay gente convencida de la necesidad
de una salida política al conflicto, esos son los dirigentes comunistas
como Carlos Lozano, Gloria Inés Ramírez o Iván Cepeda. De cierto modo,
la presencia de los comunistas blinda a la Marcha de la imprudencia y
despiste de Piedad Córdoba.
La expulsión del Partido Comunista del seno del Polo Democrático sella
el fracaso de un partido único de izquierda. Pero de cara a las
elecciones del 2014 el dilema es crear un frente común o morir.
Como
para todo el mundo en la izquierda parece estar claro que no es posible
un partido único, a la usanza leninista, lo que se impone cada vez más,
de cara a las elecciones del 2014, es la construcción de un frente
amplio e incluyente que reúna del centro hacia la izquierda a todas las
tendencias. Eso es lo que propone Antonio Navarro, quien agrega que el
candidato de este frente debería ser un “outsider”, y parece haberlo
encontrado. La semana pasada cuando se reunió en Medellín un grupo de
políticos e intelectuales de centro-izquierda, la figura del exministro
José Antonio Ocampo destacó como un peso pesado que se la quiere jugar
en política.
No
obstante, en dicha cumbre, que culminó convertida en el movimiento Pido
la Palabra, brilló por su ausencia la izquierda. Ningún Progresista,
más allá de Navarro, nadie del Polo, y mucho menos gente que está
poniendo agenda en el país como los indígenas del Cauca. Por lo menos en
el arranque, Pedimos la Palabra parece un movimiento más de
centro-centro y habrá que ver si logra acercamientos con la izquierda,
especialmente con los seguidores de Gustavo Petro que, al fin y al cabo
serían, junto al sector de Sergio Fajardo, quienes tienen los votos.
Justamente
porque Fajardo estuvo, sin estar, en la fundación de Pedimos la
Palabra, junto a los disidentes de los Verdes, encabezados por Antanas
Mockus, es que se avizora una división inminente en el partido que
lidera Lucho Garzón, quien de paso ya le hizo un guiño a la reelección
de Juan Manuel Santos.
La
idea de un frente coyuntural y electoral parece ser el sombrero del
ahogado, ante el fracaso de un partido de tendencias como era el Polo. Y
aunque esta puede ser una salida digna para una coyuntura que se
avizora desastrosa para la izquierda, es apostarle de nuevo a proyectos
más personales que colectivos, al corto plazo, y a los acuerdos
meramente electorales.
Sin
duda hay tiempo para ajustar las cargas, cerrar heridas y pensar en una
estrategia que vuelva a reunificar a la izquierda (incluidos el centro y
los sectores radicales) para competir en el 2014 y no ser los
convidados de piedra en una disputa entre dos sectores de la élite hoy
enfrenados, dos corrientes de derecha, y terminar, como en el pasado,
aduciendo que hay que inclinarse a favor del menos peor.