Son tiempos de reflexión y debate. Todavía perdura el impacto de la
Cadena de Radio y Televisión de la noche del 8 de diciembre y todo lo
derivado de la intervención quirúrgica del presidente Chávez. Hoy
estamos todos pendientes de la evolución de la salud del Comandante y
sin embargo es necesario que además de acompañarlo con toda la energía,
espiritualidad y en la acción política electoral, como lo está haciendo
su pueblo, nos preparemos para dar cumplimiento a los desafíos que la
historia nos pone delante. Este tiempo de incertidumbres es un tiempo
que no buscamos. Que no queríamos. Pero tenemos que avanzar hacia los
caminos que nos ayuden a encontrar salidas a la encerrona difícil en la
que la realidad ha puesto a nuestro país y a Nuestra América toda.
Lo primero es aprender a distinguir lo urgente e inmediato de lo importante y estratégico.
Lo urgente: que no se produzca la crisis, el vacío. Al menos que no se
produzca como esperan los que quieren ver muerta a la revolución
bolivariana. Para eso, Chávez, frente a la peor eventualidad, dejó unas
líneas trazadas. Lo estratégico: asumir que de darse este caso nada será
como antes. No podemos esconder la cabeza, tenemos que mirar la
realidad cara a cara. Sin miedo. Después de todo, el pueblo bolivariano
rescató en varias oportunidades a su revolución. En el supuesto de que
Chávez no pueda seguir al frente del gobierno eso será
extraordinariamente difícil y necesitará de todos nosotros. Pero nunca y
en ningún idioma, “difícil” quiso ni quiere decir “imposible”.
De lo inmediato o urgente: la definición principal que
pareciera se ha instalado es una búsqueda esotérica, numerológica,
alrededor del debate sobre una supuesta fecha límite para la toma de
posesión del gobierno. El 10 de enero de 2013 se ha convertido por
simple banalización periodística y manipulación constitucional en una
especie de fin de mundo como el 21/12/12 de los mayas. Las preguntas que
habría que hacer en todo caso son: ¿Hay alguien en su sano juicio, en
este país, que simplemente se atreva a negarle el derecho al pueblo
bolivariano de que su comandante Chávez asuma su nuevo periodo en la
fecha en la que su recuperación se lo permita? ¿Hay alguien que suponga
que este pueblo, que saco fuerzas de la angustia un 11 de abril,
tolerará que le roben “constitucionalmente” su triunfo del 7/O?
Quizás el Comandante sea mucho más consciente que cualquiera de nosotros
de su grave situación y por eso dejó una orientación clara: si por
cualquier razón no pudiera asumir y hubiera que llamar a nuevas
elecciones presidenciales el candidato de Chávez es Nicolás Maduro. A
algunos puede gustarnos más o menos. Algunos quizás hubiéramos preferido
otro candidato. Y hasta es posible, que de haber tiempo suficiente, lo
mejor hubiera sido que el candidato lo eligiera, o en todo caso lo
refrendara el pueblo bolivariano. Pero para lo inmediato esa es la línea
y Maduro es el candidato de Chávez.
Hay otro problema urgente que se irá colocando cada vez con más fuerza y
que debemos debatir, de lo contrario será una poderosa arma en manos de
la oposición y el imperialismo. El pueblo bolivariano necesitará tener,
más temprano que tarde, una información global y un pronóstico
tentativo, emitido o suscrito por el seguramente gran equipo médico que
atiende a Chávez. Se ha avanzado en la forma de comunicar este grave,
triste y doloroso problema, pero ese avance es insuficiente y este
desconocimiento puede dejar al pueblo bolivariano débil, con la guardia
baja y expuesto a los ataques de la oposición.
Ahora, lo estratégico.
Más allá de los deseos y de la claridad sobre lo inmediato, lo más
importante es que nos preparemos para el peor escenario. Los enemigos
del proceso ya lo están haciendo. Los desafíos que nos pondría por
delante esta posibilidad no deseada, son muchos y no pueden ser
abordados todos en un solo artículo, pero proponemos trabajar sobre dos
de esos desafíos. Uno: Debatir cómo construir una nueva
institucionalidad revolucionaria. Dos: Cómo construir el liderazgo de
esta etapa que se abriría.
La institucionalidad revolucionaria.
Cumpliendo la promesa de su campaña electoral de 1998, una vez electo
presidente, el comandante Chávez juró sobre la moribunda Constitución de
la IV República e inmediatamente convocó a la Asamblea Constituyente.
Con la refrendación popular de la misma, la naciente República
Bolivariana de Venezuela tuvo, en el papel, una de las Constituciones
democráticas más avanzadas del mundo actual. Pero había que construir en
la realidad lo que el pueblo que se puso de pie en el Caracazo y que
acompañó el 4 de febrero y el 27 de noviembre del 92, mayoritariamente
exigía y había aprobado en el ‘99.
Ese camino se mostró mucho más complejo de lo que se podría haber
supuesto. La primera definición que tenemos que aceptar es que aún hoy
tenemos un Estado cuartorrepublicano. Moribundo como la constitución
sobre la que juró Chávez, pero todavía en pie. Hubo avances importantes
pero parciales. Esos avances siempre encontraron y siguen encontrando
obstáculos firmes que al impedir que las transformaciones sigan
avanzando empujan para atrás al proceso de manera reaccionaria.
Por ejemplo: para atacar graves problemas que este Estado ha demostrado
que es incapaz de solucionar, se recurrió a las misiones y a las grandes
misiones. Se empezó con los temas urgentes como Salud. Barrio Adentro
fue y sigue siendo un ejemplo de cómo atacar los problemas de grave
desatención en salud, pero todavía no alcanzamos la construcción de un
Sistema Nacional Único. Y estamos atrapados entre una atención de
calidad pero primaría, una medicina privada que se fortalece y enriquece
día a día y que hace sangrar al pueblo y a ese mismo Estado, y un
sistema público anémico, que a pesar de las enormes inversiones
realizadas no cumple su objetivo. Lo mismo ocurrió en Educación, y el
último ejemplo de esto es la Gran Misión Vivienda Venezuela. En trece
años el drama de la vivienda no había dejado de crecer. Tuvo que haber
una decisión firme de Chávez y una Gran Misión para que se hayan
construido en apenas un año 200.000 viviendas dignas demostrando que era
y es posible atacar y resolver esta deuda.
Se han cambiado nombres de instituciones, los ministerios por ejemplo
son ahora del “poder popular”, pero no se cambió esencialmente su
funcionamiento, composición ni adquirieron eficiencia revolucionaria.
Mientras tanto, el real poder popular de las comunidades avanzó en un
principio con los consejos comunales o las mesas técnicas, pero el mismo
Comandante ha reconocido que su sueño de las Comunas está completamente
estancado. Hay una ley, un ministerio, pero los avances en la realidad
son muy pocos, casi inexistentes.
El avance ideológico de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es
innegable, sin embargo no está consolidado. Lo que pone en riesgo una de
las clave fundamentales del proceso, la clave cívico militar.
Articulistas de la oposición, que apuestan claramente por barrer al
chavismo de raíz, señalan que aún se podrían hacer volver atrás los
avances revolucionarios en la FANB y que estas vuelvan a ser
“democráticas” y “profesionales”. Es decir sostenedoras del viejo estado
comandado por ellos, y saben de lo que hablan.
Sólo un ejemplo más para no fastidiar, el problema de la organización de
los trabajadores. La nueva Central Sindical Bolivariana lleva apenas un
año de construida. No logró agrupar aún a la mayoría de los
trabajadores y ha dejado por fuera a una parte organizada del movimiento
sindical revolucionario. Además no ha pasado pruebas cruciales que
seguramente vendrán y sus dirigentes tienen pendiente su legitimación
por parte de sus bases.
Entonces ¿por qué se avanzó en lo que se avanzó? Aunque el sistema
político diseñado en la Constitución no está plasmado en la realidad, se
produjo un fenómeno político. Se fue construyendo un sistema en el que
la institución fundamental, la que empuja para los avances, muchas veces
apoyándose y siempre empujada a su vez por la propia movilización
popular y otras veces sólo cabalgando esa fuerza movilizada; esa
institución, la que sostiene todo el funcionamiento del sistema político
de este proceso tiene nombre y apellido propio: Hugo Chávez.
Chávez es el sistema político de la Revolución Bolivariana. Y cómo se ha
visto no hay otra institución que cumpla ese papel, su ausencia
plantearía el enorme desafío de construir una nueva institucionalidad
claramente revolucionaria y no personalista. Para esto es imprescindible
la activa participación de los trabajadores y el pueblo revolucionario,
el otro polo fundamental de la fuerza y dinámica del proceso.
Si no logramos avanzar en el debate y construcción de una democracia
socialista radical, nos quedaría el cascarón vacío de la democracia
electoral representativa, en la que la única participación popular es
con el voto cada cierto tiempo. De ser así se fortalecerían enormemente
las presiones reaccionarias de ese Estado capitalista,
cuartorrepublicano, que aun domina. Por eso el primer gran debate
estratégico es: cómo construir esa nueva institucionalidad. Y eso solo
puede hacerse apelando a las claves constituyentes del proceso
bolivariano, es decir, con la activación inmediata de una verdadera
participación del pueblo trabajador movilizado, en los debates pero
también y sobre todo en la toma de decisiones.
Construir el liderazgo en una nueva etapa no buscada
Es bueno recordar que estamos trabajando con la hipótesis menos deseada,
la de la imposibilidad de que el comandante Chávez pudiera mantenerse
al frente del gobierno. Esta hipótesis nos plantea de manera aguda el
problema del liderazgo del proceso. Para saber de qué hablamos es
necesario revisar la construcción del liderazgo del propio Hugo Chávez.
Desde el 4 de febrero de 1992 Chávez es el principal protagonista de la
política venezolana. Pero su liderazgo se fue construyendo en un proceso
de identidad extrema con los sectores más oprimidos de un pueblo que
había estallado de indignación y odio contra el neoliberalismo en el
Caracazo. Un pueblo insurrecto, sin conducción visible. Los puntos
fundamentales del crecimiento y consolidación de ese liderazgo son:
1) Las insurrecciones militares del 4 de febrero y del 27 de noviembre.
2) La elección del camino electoral luego de haber salido de la Cárcel.
3) El triunfo electoral del 98.
4) El cumplimiento de su promesa de convocar la Asamblea Constituyente.
5) El golpe de estado en su contra en Abril del 2002 y la levantamiento popular que lo recupera.
6) El triunfo contra el Sabotaje Petrolero y el Paro Patronal. 6) Su
triunfo en el Referendo Revocatorio, las Misiones y Grandes Misiones.
7) La declaración del carácter socialista de la revolución bolivariana en 2005 y su triunfo electoral en 2006.
8) Las nacionalizaciones de todo lo privatizado, en especial Sidor en 2008.
9) Las últimas tres semanas de campaña electoral en octubre de 2012.
10) La mejora en el nivel de vida de los sectores populares.
11) El intento proclamado de construcción de un socialismo inédito, con
respeto por la crítica propositiva, que exprese la pluralidad del
pensamiento revolucionario.
La actuación de Chávez en todos estos hechos fue creando una relación
íntima, un punto de contacto único, sin mediación, directo, con el
pueblo bolivariano. Se fue construyendo una enorme confianza en su
palabra y su persona que queda a salvo hasta de los errores de su
gobierno. En relación a esto último, se ha instalado la creencia popular
de que, en todo caso, “Chávez no sabe” o que la responsable de los
errores y el maltrato es únicamente la burocracia que lo rodea. Así se
fue construyendo un liderazgo además de político, espiritual,
sentimental con un pueblo que se identifica con su color, con su
condición, con su discurso. Un pueblo que elige un socialismo
bolivariano, difuso, antiimperialista y en el que sobrevive un estado
capitalista que empuja hacia atrás las conquistas populares del proceso y
que por eso mismo provoca conflictos, contradicciones y choques. Ese
liderazgo se fue consolidando a pesar de los errores o incluso
dialécticamente también por ellos. En el último período, su enfermedad,
desde que apareció, consolidó al extremo esa relación, agigantando el
sentimiento de familiaridad, de cariño, de amor, hacia el líder.
El liderazgo de Hugo Chávez es propio de los liderazgos carismáticos.
Mientras que el PSUV no despierta entre la población entusiasmo, ya que
no logró montar una estructura de debate orgánica, para la acción
política general, la crítica propositiva o incluso como contralor del
programa del gobierno. Se fue construyendo así un liderazgo indiscutible
y casi indiscutido, amado, pero no socializado. Unos de los momentos
más bonitos de la revolución fue cuando durante el año 2009 se
desarrolló a lo largo de unos pocos meses un debate extendido sobre la
necesidad de una dirección colectiva del proceso y del partido y sobre
la necesidad de la propia separación del partido y el gobierno. Debate y
críticas reconocidas como correctas por el propio Chávez a la vuelta de
su primera recuperación de la enfermedad. Pero la dirección colectiva
que en los últimos tiempos fue mencionada como una necesidad por el
propio Chávez, en nuestra hipótesis actual no tiene lugar. Era posible
construirla con Chávez como centro, como articulador de la misma, hoy,
sin embargo, la búsqueda es otra. Porque no ha sido socializado su
liderazgo, ni puede ser trasladada a los principales dirigentes del
partido y del gobierno la relación única, que el Comandante tiene con el
pueblo revolucionario. Chávez puede nombrar a Nicolás Maduro como
candidato y este muy probablemente ganaría unas supuestas elecciones
presidenciales, es posible también que eso sucediera con más o con
menos, si hubiera nombrado a otro dirigente como candidato, pero
lamentablemente no puede transferirle ni a él ni a los otros dirigentes
de su equipo, las cualidades que lo hicieron el líder indiscutido de la
revolución. Entre Chávez y los otros dirigentes hay un abismo.
Esta nueva etapa, nos pondrá frente al desafío de la construcción de un
nuevo liderazgo, que esta vez debe ser colectivo desde el principio, de
lo contrario no tendrá posibilidades de éxito. La historia muestra que
los líderes como Chávez se dan una vez cada muchos años. Ese nuevo
liderazgo tiene que ser esencialmente político y felizmente tiene una
materia prima fundamental que existe en abundancia en el proceso
bolivariano. Esa materia prima se encuentra, en algunos cuadros que
hacen parte actualmente del equipo de gobierno en distintos niveles de
responsabilidad. Pero sobre todo se encuentra en las decenas de miles de
hombres y mujeres anónimos que en cada momento difícil salieron a poner
el cuerpo y marcaron la direccionalidad para la acción revolucionaria
de nuestro pueblo.
Están allí, son aquellos que organizaron el 13 de Abril, los que
comandaron sobre el terreno la recuperación de la industria petrolera,
los que luchan día a día para que los avances de la revolución no
retrocedan o se estanquen por la arbitraria acción de la burocracia. Son
los que no esperan privilegios de un Estado corrupto y corruptor. Son
los que cada vez que el propio liderazgo de Chávez estuvo en peligro
empujaron acciones que cambiaron la situación y lo recuperaron. Las
últimas veces que pudimos ver su acción fue en episodios electorales:
son los que hicieron posible el maravilloso acto de cierre de campaña
del 4 de octubre, el triunfo del 7 y el triunfo del 16 de diciembre.
Con ellos, con todos ellos, hay que trabajar y construir ese nuevo
liderazgo colectivo que debe revolucionar las formas de organización
popular, de los trabajadores y sobre todo las de acción y elaboración
política. Se puede y se debe crear al calor de los debate un instrumento
político que colectiva y democráticamente construya sobre las bases de
la cara más revolucionaria del chavismo. Muchos de estos sujetos son
individuos, otros pequeños colectivos, otros forman corrientes
regionales o nacionales. En ellos hacen vida dirigentes sociales,
sindicales, comunitarios, estudiantiles, campesinos, dirigentes de base,
que junto a los verdaderos intelectuales orgánicos de la Revolución
Bolivariana, los que nunca tuvieron miedo de hacerle frente a debates
difíciles, forman la gran reserva a la que hay que convocar para esta
construcción titánica.
Este tiempo nos marca una enorme responsabilidad. El dolor, la tristeza,
la incertidumbre, no pueden paralizarnos. Mientras esperamos y pedimos
el milagro de la vida, tenemos que prepararnos para defender y salvar a
la Revolución Bolivariana en su hora más difícil. Nuestra historia y la
de la Patria Grande latinoamericana exige que asumamos la otra tarea que
encomendó Chávez, esta vez a su pueblo: “Hacer irreversible la
Revolución”.
*Carlos Carcione, Gonzalo Gómez, Stalin Pérez Borges, Juan García,
Zuleika Matamoros y Alexander Marín / Militantes de Marea Socialista
Avís important
L’1 de novembre de 2014, el Partit dels i les Comunistes de Catalunya va acordar la seva dissolució com a partit polític i la cessió de tot el seu capital humà, polític i material a una nova organització unitària: Comunistes de Catalunya.
Com a conseqüència d'aquest fet, aquesta pàgina web ja no s'actualitza. Podeu seguir l'activitat dels i les comunistes a la pàgina web de Comunistes.cat.